Hace 25 años, Colombia perdió a uno de sus más grandes referentes de la sátira y la crítica social: Jaime Garzón. El 13 de agosto de 1999, el periodista, abogado y humorista fue asesinado en Bogotá, dejando un vacío que aún persiste en el periodismo y en el corazón de los colombianos.
Jaime Garzón se ganó el cariño y respeto de la gente por su capacidad de abordar con humor las duras realidades del país. A través de personajes icónicos como «Heriberto de la Calle» y «Godofredo Cínico Caspa», Garzón lograba poner en evidencia las injusticias, la corrupción y la violencia que asolaban a Colombia en la década de los 90. Su humor ácido y su valentía al criticar a los poderosos lo convirtieron en una voz incómoda para muchos, pero necesaria para una sociedad que buscaba respuestas en medio del conflicto.
Una luz apagada ya hace 25 años
A 25 años de su muerte, el asesinato de Jaime Garzón sigue siendo un caso emblemático de la impunidad en Colombia. Aunque en 2018 se condenó a 30 años de prisión al exsubdirector del DAS, José Miguel Narváez, como autor intelectual del crimen, muchas preguntas continúan sin respuesta. La lucha por la justicia para Garzón es también un recordatorio de la importancia de proteger a quienes, a través del periodismo, se atreven a cuestionar el poder.
El legado de Jaime Garzón trasciende su muerte. Sus enseñanzas, basadas en el humor como herramienta de resistencia y en la verdad como pilar fundamental de la democracia, siguen siendo relevantes en la actualidad. En un país que aún enfrenta retos similares a los que él denunció, recordar a Garzón es también un llamado a continuar su labor: la de no callar ante las injusticias y la de usar el humor como un vehículo para la reflexión y el cambio.
En este aniversario, diversas actividades se llevarán a cabo en todo el país para honrar su memoria, desde exposiciones y conversatorios hasta la transmisión de sus programas más recordados. Jaime Garzón sigue vivo en la memoria colectiva de Colombia, y su voz, aunque silenciada, resuena más fuerte que nunca.