Por: Carmenza Muñoz Moreno

Comunicadora Social y escritora.

En época de pandemia salen cuatro frentes principales a defender la vida de la humanidad.

En primer lugar, totalmente expuesto, se encuentra el cuerpo médico, hombres y mujeres en la línea de fuego, los vemos correr por los pasillos, rodeados de equipos quirúrgicos, afanados por cada uno de los pacientes que ingresan a las salas de urgencias agonizantes, sin importar a qué se enfrentan, siempre atentos en las buenas y en las malas, sin más interés que  ganar un minuto más para la vida, hoy reconocidos como vectores de contaminación, agredidos, estigmatizados, excluidos por la misma sociedad a la que muy seguramente en algún momento salvaron o salvarán su vida o calman su dolor.

En segundo frente está la fuerza pública, Policía y Ejército conteniendo un conglomerado humano que no quiere entender que están en alto riesgo de morir, aquellos en quienes prima el tener más que la vida, los esclavos de deseos compulsivos que presumen de libres, la población hambrienta que no puede dar espera para resolver las necesidades vitales y se juegan todo por prevalecer en el planeta.

En tercer lugar, los impulsadores de víveres y vendedores de droguerías a ellos como a los médicos, las empresas responsables de su seguridad, muchas veces los dejan a merced de su destino, desprovistos de elementos e indumentarias propias para afrontar una infección de esta magnitud. Tal vez muchos se conviertan en portadores inocentes de la muerte o víctimas mortales de la pandemia.

En cuarto lugar, lejos del alcance de la protección estatal, sobreviven los campesinos, hombres y mujeres dedicados a la producción de alimentos, la mayoría en estrato uno y dos, sin sueldos, discriminados, maltratados, con alto riesgo de ser víctimas de la fuga masiva de familiares y amigos escapados de las ciudades evitando la cuarentena. Se enfrenta a las pérdidas económicas arrasadoras, mientras ven con horror cómo las políticas de apoyo van encaminadas a favorecer las arcas de empresarios millonarios relacionados con el sector agropecuario.

Ante esta situación sólo queda la gran pregunta ¿será que el famoso Coronavirus podrá realmente cambiar la conciencia desgastada de los seres humanos? o, ¿qué mecanismos podemos utilizar, que desinfecten la contaminación mental, para que el ser humano no sea considerado por animales y plantas como su propia pandemia? 

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